Google estaba amenazada de muerte.En 2020 el Departamento de Justicia de EEUU emitió
una demanda antimonopolio contra la compañía, y ahí comenzó su largo inquietante calvario. Cuatro años después de la demanda, malas noticias: el juez del caso dejaba claro que
Google era un monopolio. El panorama comenzaba a oscurecerse para Google. El Departamento de Justicia comenzó a hablar abiertamente de
dividir Google, pero había otras posibles consecuencias colaterales gravísimas. La primera, la de
prohibir los acuerdos para integrar su buscador en navegadores, algo que sería un
desastre para Apple y un
cataclismo para Mozilla.
La segunda, la de obligar a la empresa a
vender Chrome, una opción que acabó provocando algo inesperado:
faroles. Todo ello planteaba
el principio del fin del monopolio de Google, y en EEUU parecían
claramente obsesionados con
trocear Google. Lo curioso es que al final casi todo ha quedado en agua de borrajas. La sentencia final, publicada al fin estos días, ha elegido
un castigo muy suave para Google. Aunque tendrá que reconfigurar su negocio, se libra de tener que vender Chrome y que incluso seguirá pudiendo mantener
lucrativos acuerdos de búsqueda con empresas como Apple.
¿Cómo es posible, os preguntaréis? La respuesta es sencilla: hace tres años la sentencia habría sido muy distinta, pero hoy en día el todopoderoso buscador de Google ya no lo es tanto. De hecho
quien ha salvado de la guillotina a Google ha sido precisamente quien más lo amenaza, ChatGPT. La inteligencia artificial está cambiando radicalmente
la forma en la que buscamos, y de repente ya no es necesario ser duros con el buscador de Google porque bastante tiene con la IA. Ellos lo saben muy bien y
están adaptándose a los nuevos tiempos, pero una cosa es segura: les ha venido de perlas que la IA esté revolucionándolo todo.
Bueno, de perlas no. De perlísimas.
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