La IA
no acaba de cuajar, y OpenAI lo sabe. ChatGPT está muy bien para algunas cosas, pero lo curioso es que para impulsar su número de usuarios lo que está funcionando es una táctica polémica: lograr convertir a la IA en algo viral, aun cuando eso pueda traer consecuencias.
Es desde luego lo que está pasando con
Sora 2, el modelo de IA capaz de generar vídeos cortos. Esta herramienta logra resultados que en muchos casos son indistinguibles de la realidad, pero el enfoque de la herramienta es peligroso. Sobre todo, porque la censura o el respecto a los derechos de autor son nulos.
No solo eso: OpenAI ha creado una red social llamada Sora que destaca porque en ella todo son contenidos generados por IA. Y ahí es donde estamos viendo que los
cameos y los remixes de Sora son
divertidísimos y adictivos, pero tienen una cara oculta. O varias. La más relevante, esa ausencia total de control que ha hecho Sora 2 permita crear
vídeos de famosos que han fallecido.
Michael Jackson, el Papa Juan Pablo II, Albert Einstein o Martin Luther King se han convertido en un meme en Sora. Allí hay numerosos deepfakes de estas personalidades, y por ahora no parece haber consecuencias. Al menos no legales, porque lo que sí que están provocando es una singular polémica. ¿De verdad todo vale para ganar usuarios?
Eso parecen
creer OpenAI y el resto de empresas del sector, que de hecho hasta están
reservando fondos para hacer frente a las casi inevitables demandas que seguirán llegando. Mientras lo hacen, lo que sorprende realmente es que empresas como OpenAI, que nos prometió la AGI, acaben sacando productos como Sora que solo ayudan a que el "AI Slop" nos inunde aún más. Aquí el objetivo es claro:
ganar la economía de la atención y, en el caso de OpenAI,
convertirse en el nuevo Windows.
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